«La producción audiovisual de Medellín representa hoy mismo la propuesta más interesante en el cine colombiano» Víctor Gaviria, director artístico Miradas Medellín.

Víctor Gaviria no necesita presentación. Desde los años 80 es uno de los realizadores más representativos del cine colombiano, heredero de la tradición y persecución estilística del nuevo cine latinoamericano, ha destacado como poeta, gestor cultural y narrador audiovisual. Con una amplia sensibilidad para escuchar, relatar y construir colectivamente con la comunidad, ha realizado más de 5 cortometrajes y 4 largometrajes; además de producciones de televisión, obras estudiadas nacional e internacionalmente que han logrado posicionarse no solo en la historia del cine, sino además entre los corazones de l_s colombian_s.  Por su figura, pero especialmente por su conocimiento de la ciudad, Víctor es el primer director artístico de nuestro festival Miradas Medellín, evento en donde deposita la esperanza para una industria próspera y acompaña esos buenos aires con el manifiesto que a continuación les invitamos a leer.

Miradas Medellín es un festival que estaba en el aire y que todos anhelábamos y esperábamos que de golpe se precipitara y se hiciera presente. Estaba disperso en docenas de pequeños cristales que tenían la forma de colectivos y grupos culturales, en propuestas personales de hacer una pequeña película, o festivales de barrio o conferencias de formación; exhibición de películas que debían verse, seminarios de apreciación o talleres de crítica, o colectivos que reunían las memorias audiovisuales de los barrios que las personas habían construido con enormes dificultades.

Es un secreto a voces que la producción audiovisual de Medellín representa hoy mismo la propuesta más interesante en el cine colombiano: es esta pequeña primavera del cine en Medellín la que queremos celebrar con tod_s l_s espectadores de la ciudad y del país, y poner de presente para la industria iberoamericana más de 80 obras, entre cortometrajes y largometrajes, además de propuestas de cine expandido, que tuvieron un estreno reciente o llegarán a salas en los próximos meses.

El cruce afortunado entre el cine y la ciudad en una historia que nadie puede negar, es una historia de intercambio de cultura, de intercambio de miradas, es la historia de un hermoso diálogo de inclusión que el cine hizo posible. Comenzó con los pioneros: Camilo Correa y Enoc Roldán, este segundo un maquinista del tren, del ferrocarril de Antioquia, que se hizo maquinista de cine, llevando un proyector por todo el departamento, que llenaba las paredes de imágenes en los municipios más apartados. Y luego tuvo el capítulo de un sacerdote que llegó a escribir sus páginas de cine dominicales y un abogado que le replicaba con igual inteligencia desde las páginas del Mundo; Luis Alberto y Orlando, que nos convencieron a los jóvenes de aquella generación, con una larga cadena de argumentos, que podíamos saltar de ver cine a hacerlo. 

Y de allí surgió una película que dialogó con la ciudad, que tradujo, hasta donde se podía, esa tormenta social de los ochenta en una película de humanidad como fue Rodrigo D. No futuro. Primera mirada de alarma a la exclusión. Y luego se desprendieron los colectivos de Nickel producciones, Madera Salvaje, el proyecto de Muchachos a lo bien, la Corporación Passolini en Medellín, y el incansable trabajo desde las universidades que, a falta de escuelas de cine, crearon los programas de Comunicación Audiovisual; únicos en el país que también han hecho posibles las películas y l_s directores que hoy llaman la atención nacional y que presentarán sus películas en esta primera edición de Miradas Medellín.

Después de Rodrigo D. vinieron Los nadie, Matar a Jesús, Los días de la ballena, los cortos de Simón Mesa: Leidi y Madre; La noche resplandece, de Mauricio Maldonado, que hablan de ese espacio que llenan las personas cuando no hay costumbres sino el sobresalto y la espera. L_s que fabrican el júbilo del día de la nada, y l_s que nos recuerdan en sus películas esos espacios de respeto que son pequeños tesoros sociales de convivencia.

Medellín es una ciudad admirable mundialmente por sus esfuerzos de innovación al servicio de la inclusión y la equidad social: la increíble red de equipamientos que esta y las administraciones anteriores han construido con generosidad y contundencia, hecha de Parques -Bibliotecas, UVAs, Casas de la Cultura, serán protagonistas durante este festival, que junto a parques, canchas, calles, serán escenarios para conectar con relatos locales.

Medellín además se expone a locales y visitantes como una ciudad de más de 500 barrios populares, que se autoconstruyeron por sus gentes durante los años sesenta, setenta y ochenta; y que todavía siguen construyéndose en una laderas insumisas y difíciles en donde ha  cimentado una de las ciudades populares más ricas y admirables de Sudamérica y el mundo.

La arquitectura de búsqueda de espacios para l_s que no tienen espacio, la arquitectura de los equilibrios insólitos, de las escaleras de hierro que aparecen adelgazadas  entre los espacios más estrechos para crear de pronto habitaciones o terrazas que parecen suspirar de malabarismo en las alturas y haber salido del sombrero de ese mago apremiado que es la necesidad, la lucha por un lugar de dignidad:  la vida cotidiana como un ejercicio de crear espacios en los rincones más avaros, que de pronto se abren como los pañuelos de los magos y se transforman en lugares.

Esta segunda ciudad, que convive con la ciudad de la innovación es la más extraordinaria Ciudad de los lugares, que brotan por doquier, junto a los muros, en los barrancos en donde hay todavía un árbol piadoso y fresco y lugares que están todos impregnados de humanidad; es decir, impregnados de recuerdos, de memorias de familia, memorias de barrio y que todos ellos, sumados por las miradas que los guardan muy adentro del cerebro, hacen la más hermosa memoria de ciudad de l_s necesitad_s que han logrado arribar a ese tiempo soleado y esplendoroso de la sobrevivencia transformada en convivencia.

Y en esta ciudad, que es una fábrica y un laboratorio descomunal de resiliencia, en donde todos pueden volver a empezar; en esta ciudad de las oportunidades segundas y terceras y cuartas, donde, a pesar de tantos fracasos y derrotas, las gentes, arrulladas y despertadas por la voces vibrantes de la vida cotidiana; ensayan todos los días a empezar de nuevo una vida con dignidad y amor, que nunca han olvidado, que nunca se ha echado de menos, florece  esta primavera de l_s cineastas de Medellín, que celebramos en nuestra primer edición junto a grandes obras del cine colombiano, y en mitad a un director español que se atrevió a contar la historia de un personaje que nos enseñó a luchar por los propósitos de todos.

Y será un festival, fundamentalmente, que celebre el trabajo de los colectivos, de tod_s l_s que hacen parte de un sector que ha sacudido la ciudad de humanidad, de recuerdos, de recuperar y volver a traer las imágenes de cuando vivíamos llenos de anhelos y propósitos.

Medellín  es la ciudad con la vida cotidiana más rica, más llena de voces, de historias, una vida cotidiana llena de miradas. Y en la mitad de estas miradas se establece el cine, se alimenta de ellas y sobre todo, hace que las miradas se crucen, se encuentren, como cuando el espectador para su vida y se sienta pacientemente a mirar, a leer una película y efectuar el cruce de las miradas.

Miradas Medellín es el propósito de concedernos a tod_s la inclusión, lo que las miradas  que se cruzan nos conceden tan fácil, cuando llega el aire dulce y tranquilo de mirar, de mirar, como si fuera una costumbre…

Víctor Gaviria. noviembre de 2021